martes, 8 de mayo de 2012

El caracol errante

Hoy tenía que hacerlo. Porque no puede ser que lleve tres días escribiendo y no le haya dado a Martin el espacio que se merece. 

El martes pasado, día 1, me hizo un regalo. Es la flor que aparece en la foto... porque el día 6 sería el día de la madre, pero para hacer un regalo vale cualquier día; porque era muy bonita y porque, además, tenía un caracol y a mi vida le hace falta una mascota (opinión libre de Martin, aunque yo creo que es al revés...). Un caracol muy pequeñito, para que no me diera mucho que hacer y no comiera demasiado. 

No se aprecia en la foto, pero ahí estaba. Digo estaba porque decidió seguir su vida y nos abandonó aprovechando un descuido mientras comíamos. No le gustó el plan maceta y lechuga que se le venía encima...

¡Qué desilusión! ¡¡Nuestra mascota se iba antes incluso de tener nombre!! Le expliqué que los caracoles son más felices viviendo en una col, al sol, sacando los cuernos para echar un vistazo a su pequeño gran mundo y paseando por el campo. Lentos pero seguros.

Los pisos son para los humanos, que necesitamos cuatro paredes para sentirnos a salvo.

Y al hilo de los pisos... la vivienda... las hipotecas... los desahucios... la crisis... ¡¡Qué sencilla la vida del caracol!! Como para importunarle con una mudanza no deseada. Me quedaré sin mascota. Y Martin seguirá durmiendo abrazado a sus cinco peluches del alma. Y con el besito de mami en los labios.

PD: Tiernísima la sonrisa de la mujer que se ve en la foto, cuando nos íbamos cruzamos una mirada de madre a madre llena de complicidad. No hay mejor regalo. Ni mejor día.

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