lunes, 15 de septiembre de 2014

Letras

He sido retada a poner la lista de los 10 libros que han marcado mi vida y ahí van... no soy de retos, ni tibu, ni cubos de hielo ni gaitas pero este me hizo pensar y recordar y volver a sentir y emocionarme y tener mi momento de insomnio y me dí cuenta de que sí, de alguna manera cada libro que leí marcó un poco mi vida. Ahí van:
 
  1. Caperucita y los músicos de Bremen. Un pequeño libro con dos cuentos que mi vecina me leyó varias veces la noche que murió mi padre. Le pedía compulsivamente que me lo leyera y releyera... Tenía cuatro años. Pili ya no está. Pero siempre me acordaré de ella y de esa noche en la que no sabía nada y lo sabía todo.
  2. El principito. Antoine de Saint-Exupéry. Mi primera y última incursión en el teatro. Representamos la obra en el colegio y leímos el libro varias veces. Tendría ocho o nuevo años.
  3. Los cinco en las rocas del diablo. Enid Blyton. Cito uno de ellos, pero me quedo con casi todos los que leí. Me encantaba el personaje de Jorgina. Los sacaba de la biblioteca del cole y vivía cada aventura como si fuera la protagonista de cada historia.
  4. Holocausto. Gerald Green. Cambió mi percepción de la humanidad en su conjunto. Quizás lo leí demasiado joven, tenía unos catorce años.
  5. La insoportable levedad del ser. Milan Kundera. Lo leí con veintipocos... me fascinó la historia de Tomás y Teresa. Intenté leerlo años después, pero no fue lo mismo.
  6. Cien años de soledad. Gabriel García Márquez. Cito uno, pero todo el realismo mágico me
  7. Paula. Isabel Allende. Ahora que también soy madre, no sé si lo podría volver a leer. Seguramente no. Como las películas, no me gusta releer los libros que me llegaron al alma, porque las segundas veces no impactaron tanto como las primeras, y prefiero quedarme con el recuerdo de lo que fue, más lo que la memoria, ella tan poco de fiar, ha creado.
    Pepe, me ha hecho reír y también recordar
  8. Amor, curiosidad, Prozac y dudas. Lucía Etxebarría. Con este libro fui consciente de que en el mundo había almas mucho más atormentadas que la mía. Llegó en mal momento, de aquellos polvos estos lodos. Quizás fue el libro de cabecera de mi educación sentimental. El resultado, incalificable.
  9. El mundo de Sofía. Jostein Gaardner. Fan de la filosofía, desde siempre, aunque demasiado perezosa para leer a los clásicos sin anestesia. El libro perfecto para conocer la esencia de cada uno y hacerse una idea de cómo se fue elaborando la historia del pensamiento.
  10. Tokio blues. Haruki Murakami. A pesar de haberlo leído ya en los 2000 tengo vagos recuerdos de él, pero fue de los primeros en venirme a la cabeza, por algo será. Tokio, amores, desamores, luchas, cultura...
  11. La elegancia del erizo. Muriel Barbery. Algo en la niña protagonista, Paloma, me recordó a la niña que yo había sido. Empaticé con ella desde el momento cero, a pesar de no tener nada en común.
  12. Cosas que los nietos deberían saber. Mark Oliver Everett. Cuando lo leí, Martin tenía unas semanas, o días... porque sí, los bebés dan que hacer, pero no tanto. Y pensé que sería un buen libro para recomendarle cuando tuviera unos años más.
Tenían que ser diez y salieron 12, pero no sabría cuál quitar, así que... ahí quedan. 

viernes, 29 de agosto de 2014

Rojo

Escribo
para que el agua envenenada 
pueda beberse

Cita de Chantall Maillard, citada a su vez por Sergi Bellver como prólogo a su "Agua dura"... 



... La leí y encontré las palabras que una vez, hace ya varios quinquenios, me empujaron a escribir en mi pequeño diario de piel falsa roja y candado dorado. En realidad, no fueron las palabras las que me empujaron a escribir, las palabras lo que hicieron fue ponerlo fácil. En once años de vida, de inexperiencias vitales, de vivencias desde la estratosfera de mi mundo, ya había veneno. Y a través de las palabras y del diario rojo y el candado dorado encontré la manera de dar salida al veneno. Es lo malo de no haber nacido con lengua viperina. O sí, la hay pero no vino de nacimiento, se desarrolló gracias a las palabras que no tuvieron espacio en el diario rojo de candado dorado.

Unas palabras quedaron escritas: tinta azul siempre. Otras palabras se perdían en el océano de ideas deslavazadas del cerebro. Un caos frenético de letras y palabras que vagan (todavía lo hacen) como para encontrarse, como La Maga y Horacio. A veces lo hacen y salen, por los dedos. O por la boca, con la ayuda de la lengua viperina que lo es, pero menos. 

Ya no hay diario rojo de candado dorado, pero hay libretas, anotaciones, discursos a un auditorio vacío y palabras que fueron cogiendo forma y crecieron, se hicieron mayores y formaron frases que le dieron sentido al caos. Y el agua envenenada nunca dejó de fluir y fue saliendo y abandonando las oscuras cavernas craneales. Fuera neurotoxinas. Hágase la luz. Fuera palabras venenosas. 

Quizás algún día puedan beberse. 

jueves, 29 de mayo de 2014

Edelweis

No es dureza. Es flexibilidad. Y adaptación.

No es valentía. Es adaptación.

No es inconsciencia. Es flexibilidad.

Es querer.

Es sobrevivir. Y supervivir.

Lo veo en las flores silvestres que ponen la nota de color a la montaña, a las dunas de la costa... en la nieve.

Edelweis.
Flor silvestre. Valle de Ardisana. Asturias.

Resisten, sobreviven y crecen más fuertes, con más color, más íntimas y más descaradas. Descarnadas de azotes.

El alma rota que se recompone cada vez con hilos de oro.

Tejida con las agujas de la frágil autoestima que sobrevive al naufragio.

Siempre sobrevive algo. Y ese algo es la semilla de lo que está por venir.

Una historia incompleta de pérdidas.

Por el camino van quedando rastrojos, harapos, objetos inútiles y restos de vísceras...

Siempre lleva algo consigo. Aplica paciencia, pone humor, teje su coraza y sueña con el camino por andar.

Se sabe un poco más fuerte. Edelweis.

Hay futuro. Sobre todo, hay presente. Y color. Y las raíces tejidas con los hilos de oro.

Restos de las pérdidas.

Resiliencia.


jueves, 15 de mayo de 2014

Dejar

Posponer. Dejar que venga pasando el tiempo desde la ausencia.

No pensar. 

Que el tiempo fluya y lo dilapide todo.

Que no queden ni los posos de lo que fue.

Nada. Ni los recuerdos de abrazos y besos.

De los que se fueron. De los que llegaron  sin querer. De los que se detuvieron... y pasaron.

Que fluya y se diluya en otros brazos secos. Olvidadizos. Pétreos.

Que los próximos besos, sus besos, sean los de después y y sepan a óxido y herrumbre. 

Al frío del alma que ya no es.


Y allí, al fondo, la soledad

miércoles, 23 de abril de 2014

Seis

Supe de las sombras el mismo día que le conocí. La mirada oscura y destemplada y la forma esquiva de mirar me decían que, a pesar de las luces de cruce, que me daba de manera intermitente, había algo frío y descarnado en el interior. Que era mejor mirar para otro lado porque me acabaría deslumbrando. 

Con el tiempo, las luces se fueron apagando, la intermitencia se retardaba y las sombras lo iban llenando todo. Las sombras. No sabría decir. En realidad no hay sombra sin luz.


Finalmente se hizo la oscuridad. Y lo vi todo claro. Me engañaba. Nos engañaba a ambos. Lo supe desde el primer día. El pozo era oscuro y turbio. La mirada esquiva porque el interior era un mar de pesares, de inquietudes, de miedos y de desprecios. En el interior, un alma tan oscura que no existía. Era la nada.

Seis. 

Antes cuatro.

No era la primera vez. Quiero que sea la última.

lunes, 17 de febrero de 2014

Imágenes

¿Qué es lo que te pone? No lo sé.

Me lo preguntabas hace una semana y hoy, callejeando sin rumbo mientras dejamos pasar la hora antes de recoger a Little, pienso en esa pregunta. Nada inocente. 

Busco una respuesta y no la encuentro. Solo sé lo que no me pone: los silencios, el desinterés con que finges escucharme, los monosílabos con los que respondes a mis preguntas, la ausencia de planes, las pelis de acción que llenan el cajón de las imágenes robadas. No me ponen. La frialdad con que le tratas a él. No hay excusa.

Callejeando llegamos al muro. Cae la noche. El cielo se ilumina rojizo sobre San Pedro, que destaca entre los nubarrones negros, amenazantes. El sol se resiste a ponerse. Algunas personas pasean por la orilla. La mar está batida. Qué cielo, te digo. Ambos sacamos nuestros móviles y tomamos una imagen de ese momento. El cielo, el mar, el horizonte. Al oeste, el sol, se resiste a ponerse.




jueves, 16 de enero de 2014

Sobre los presupuestos en salud (II)

Me preguntaba alguien, en relación al anterior post, si la política de incentivos desarrollada en el ámbito de la gestión clínica había sido exitosa. Pues, depende. 

En términos globales, no. El gasto sanitario público en la región se ha mantenido al alza en los últimos años, la tendencia alcista se está reduciendo como consecuencia, sobre todo, de la crisis económica y su impacto en la oferta de servicios. Y por las medidas tomadas desde el Gobierno Central en Madrid para reducir el gasto farmacéutico. 

¿Qué impacto real tiene la gestión clínica sobre la eficiencia del sistema? ¿Y la política de incentivos? En mi opinión, la gestión clínica aporta beneficios, aunque en el corto plazo no parezcan relevantes. Es importante que los y las profesionales que trabajan en el sistema sean conscientes de la repercusión económica que tienen las decisiones clínicas y asistenciales que toman en el desempeño de su labor. En este sentido, establecer objetivos económicos a las Unidades de Gestión es una medida, desde el punto de vista estratégica y de sostenibilidad, muy relevante. 

El establecimiento de objetivos económicos y su vinculación a incentivos puede generar comportamientos perversos que incidan negativamente sobre la calidad del servicio y la seguridad de los pacientes. Se incluyen, por tanto, indicadores que midan la diligencia en la prestación para evitar que las medidas económicas puedan redundar en una peor calidad. 
Faro de Foz. Lugo. Galicia.

A priori, todo correcto. La parte negativa del modelo... La que refieren los profesionales adscritos, voluntariamente, a las unidades de gestión. Que los objetivos no se pactan, si

 
no que se fijan unilateralmente. Que no tienen suficiente margen de maniobra. Que el trabajo de obtener muchos de los indicadores no compensa el valor intrínseco del indicador. Que las metas, en ocasiones, no son alcanzables. Y, si preguntamos a nuestra Consejería de Hacienda, nos diría que hay un aspecto negativo más. ¿Cómo podemos hablar de ahorros y de pago de incentivos cuando la realidad es que el gasto se sigue incrementando?

Un fallo que tiene el sistema, siempre según mi punto de vista, en el aspecto económico, es que se ha optado por un modelo de contabilidad de gestión orientado al coste completo. Error. Las unidades de gestión tienen su papel relevante en un componente de la eficiencia: la técnica y, en algunos casos, la organizativa; pero ninguno sobre la asignativa. Los precios a los que se compra, les vienen dados; actúan sobre los consumos: farmacia, pruebas diagnósticas, consultas a especializada, estancias, guardias... pero no sobre el precio de los factores productivos. Quizá habría que ir a otro modelo de imputación presupuestaria y de análisis de costes.

En los modelos de incentivación aplican las teorías de la información, de agencia, la función de utilidad individual y agregada. El modelo será óptimo si es capaz de alinear intereses de la organización con los intereses privados de los profesionales. No siempre ha de derivar en una asignación económica, es importante conocer los componentes de la función de utilidad de la unidad y las personas que forman parte de ella. Y promover la incentivación en los aspectos más valorados: formación, prestigio, promoción, tiempo para investigación.