martes, 12 de noviembre de 2013

Tiatordos: de los tesoros que encontramos de camino

No podía quedar sin su post, el Tiatordos merece esto y más. Un pequeño recuerdo de aquel flechazo que viene de atrás.... de aquella primera vez en el Requexón, en Picos de Europa: ¿qué cumbre es la que se ve allí, la del anfiteatro? Coño, el Tiatordos, ¿no lu conoces?... Pues no, pero me acabo de enamorar... De eso hace... ocho... nueve años. 

Gracies, Amaro. Suya es la foto.
Hasta el sábado, años de morriña, de ganas de subir, de estar allí y de ver los Picos desde el otro lado de la barrera. De asomarme a la gran copa y dejar volar la imaginación. No acompañó el tiempo... pero encontramos tesoros que compensaron la ascensión.

El color y la textura de las hojas en Otoño...


Acebos increíbles...

 No podía faltar algún animal interrumpiendo el camino... ellas, siempre tan elegantes.


La historia natural del bosque en las entrañas de un arrugado tronco, árbol seco.


Espino amarillo... dándole el toque de color a un día gris sobre manto ocre.


Los restos amantes de árboles enlazados en un abrazo infinito.


Un fotógrafo de la National Geographic, que no contabiliza como tesoro, pero no pude evitar ponerlo... érase un hombre a una cámara pegado...


La seronda tumbada sobre la roca caliza. Una alfombra de colores.


Un árbol despistado que se siente vivo en una eterna primavera blanca.


Las primeras nieves sobre el pedreru, el que nunca falta en un buen picu que se precie.


Y la llambria sobre la que sentarse y contemplar la inmensidad. Desde ahí arriba parece que no existiera nada más que el paisaje. Y el silencio. El frío. Y la paz. Montañas infinitas, ocres, marrones y las primeras nieves en las cumbres más altas. Ese momento siempre hace especial la ascensión.

De fondo se escuchaba Stairway to heaven...