martes, 23 de julio de 2013

Andalucía

Este año nos fuímos a Andalucía, Huelva. Al campo. No mas de una semana. Suficiente para recordar y echar la vista atrás. Los días de calor apabullante. El cielo azul, inmenso. Las horas que parece que no pasan. La brisa cálidad que llega del sur y suma calor a la caló. El chapoteo en la piscina. Las brazadas alocadas de Martin y sus gritos tirándose al agua. Las arañas, inmensas, sobre el fondo de azulejo azul.

Jabugo
Y los pueblos de Andalucía. Tan blancos, tan dignos. Tan silenciosos y vacíos durante el día. Tan tranquilos y aletargados. Las tertulias al fresco de la noche, en la calle. Los hombres mayores, sentados en el parque, para echar una cabezadita; para charlar de lo cotidiano.

La vida en el campo. Los jornaleros, que trabajan a destajo en las grandes dehesas. La quietud del trabajo. El polvo del camino. El albero frente al verde intenso de los alcornocales desnudos.
Embalse de Zufre

Los cerdos pastando tranquilos, conviviendo pacíficamente con una familia de jabalís. Ejemplo de tolerancia y respeto.

La Andalucía del campo es diferente. Es arte. Sus grandes iglesias de piedra frente al blanco impoluto de sus casas encaladas. Es naturaleza: encinas, alcornoques, cerdos, ciervos, jabalís, zorros... Las flores de los balcones, cerrados a cal y canto para que no entre una pizca de sol.

Es la Andalucía del paro, más de un 40% de personas que buscan un empleo y no lo encuentran; la que ha tenido que renunciar al campo; a la minería; que sobrevive gracias al corcho, al jamón, la caza... algún turista despistado que llega a pesar del calor y... poco más. Acogedora. Afectiva. Inquieta y conectada. Orgullosa de lo suyo: de su pasado. Quejosa con su presente. Esperanzada con su futuro.

Conocer la historia de Riotinto, su pasado minero, cuna del fútbol español, los desatinos políticos y sociales de otras épocas que, a veces, parece que perduran; visitar Jabugo o Aracena y su gruta de las maravillas; tomarse un buen plato de jamón, con un buen vino, entrada la noche... Qué placer.
Peña de hierro. Riotinto

Y las noches. Ese cielo cuajado de estrellas que ya casi tenía olvidado. Recuerdo de aquellos años de campamento en que dormíamos con la cabeza fuera de la tienda para poder ver alguna estrella fugaz... Qué experiencia haber podido observar a través de un telescopio a Saturno, su anillo y una de sus lunas. Ver, casi tocar, a la estrella Arturo. Observar una galaxia, la nebulosa del lago, un cluster de estrellas... De madrugada. Al amparo de la luna nueva. Negra. Impenetrable. El espectáculo de Venus, al atardecer y no al alba, un brillante amarillo sobre el cielo rojizo.

Y qué bueno haber visto a una gata parir a sus cinco gatinos. Impagable.

Andalucía entrañable. La otra Andalucía.