Verano. Otra vez verano. Ya casi en el ecuador. No estoy segura. Otro más, también diferente. Todos son distintos. Recuerdo el de hace 6 años, el verano del gran cambio. O eso creía, porque el cambio vino después. Ese verano de 2006 fue duro. Intenso. Emotivo. Lleno de dudas. De sufrimiento, la verdad que sí. Un verano que tenía que haber sido de ilusión. Había un bebé en camino. Lo decía el tocólogo, lo decían las ecografías, lo decían el cuerpo, que sin casi darme cuenta iba cambiando, se redondeaba y me recordaba por las mañanas que algo estaba cambiando. Estuve sola, como tantas veces. Y acompañada, pero no era la compañía que necesitaba. Me sentí humillada. Abandonada.
Y la barriga crecía. Al final del verano empecé a sentir pequeños movimientos que no eran gases. Quizás una manita, o un pie que me recordaban que estaba ahí, que ya éramos dos y no estaba sola.
El siguiente verano fue el de la maternidad. Ir a la playa cargada con cochecito, sombrilla, bolsas varias, un bebé regordete y feliz que se comía la arena. Al que le encantaba que le metiera los pies en el agua y jugar con las olas. Al que paseaba por la orilla, con el en brazos. Orgullosa de ser su mamá y de ver sus ojillos en los míos, sonriendo. El verano de los primeros juegos, de las babas, de las primeras cosquillas, ese verano en que fui usada como chupete humano. En que un enanito se colgaba de mi teta y se quedaba extasiado chupando y mirándome. Nuestro primer verano. El verano en que me sentí madre por primera vez.
Haciendo amigos... Volando |
Y hubo más. Fuí creciendo como madre. Intentando no olvidar que también soy mujer. Pero creciendo como madre. Renunciando a más de lo que algunos creen. Y esforzándome por ser feliz. Por el, Martin, y por mí. Porque los dos lo merecemos. El y yo. Desde el principio, en el verano de 2006 supe que seríamos dos, para siempre. El y yo. Que no haría nada que no fuera bueno para ambos. Que él sería lo primero. Y lo mantengo. Y es duro, porque se dejan cosas y personas por el camino. A veces duele, pero compensa., Compensa que te despierten por la mañana con una abrazo sincero. Compensa que te abracen con amor después de una tarde dando patadas a un balón. Compensa que te digan Mami, yo también te quiero. Compensa que te abracen por la espalda y te den un abrazo en el muslo, porque no llegan más arriba.
Y este verano también es diferente, porque la personita va creciendo. Se define una personalidad única. Un carácter diferente al mío. Alguien con su criterio, sus filias y sus fobias. Que empieza a relacionarse al margen de mí. Que ya no me necesita tanto. Pero con quien disfrutar con más libertad. De más libertad. El verano de las primeras rutas por el monte. El verano de las primeras aventuras en solitario por la playa... para bañarse en el oeste. El primer verano en que ya no importa tanto perder de vista a mami en la playa (a mami sí le importa, pero la aventura es la aventura). El primer verano solos de principio a fin. O no. Todavía estamos en el ecuador.
El primer verano de muchos otros que están por venir. Diferentes. Unicos.