viernes, 29 de agosto de 2014

Rojo

Escribo
para que el agua envenenada 
pueda beberse

Cita de Chantall Maillard, citada a su vez por Sergi Bellver como prólogo a su "Agua dura"... 



... La leí y encontré las palabras que una vez, hace ya varios quinquenios, me empujaron a escribir en mi pequeño diario de piel falsa roja y candado dorado. En realidad, no fueron las palabras las que me empujaron a escribir, las palabras lo que hicieron fue ponerlo fácil. En once años de vida, de inexperiencias vitales, de vivencias desde la estratosfera de mi mundo, ya había veneno. Y a través de las palabras y del diario rojo y el candado dorado encontré la manera de dar salida al veneno. Es lo malo de no haber nacido con lengua viperina. O sí, la hay pero no vino de nacimiento, se desarrolló gracias a las palabras que no tuvieron espacio en el diario rojo de candado dorado.

Unas palabras quedaron escritas: tinta azul siempre. Otras palabras se perdían en el océano de ideas deslavazadas del cerebro. Un caos frenético de letras y palabras que vagan (todavía lo hacen) como para encontrarse, como La Maga y Horacio. A veces lo hacen y salen, por los dedos. O por la boca, con la ayuda de la lengua viperina que lo es, pero menos. 

Ya no hay diario rojo de candado dorado, pero hay libretas, anotaciones, discursos a un auditorio vacío y palabras que fueron cogiendo forma y crecieron, se hicieron mayores y formaron frases que le dieron sentido al caos. Y el agua envenenada nunca dejó de fluir y fue saliendo y abandonando las oscuras cavernas craneales. Fuera neurotoxinas. Hágase la luz. Fuera palabras venenosas. 

Quizás algún día puedan beberse.