miércoles, 23 de abril de 2014

Seis

Supe de las sombras el mismo día que le conocí. La mirada oscura y destemplada y la forma esquiva de mirar me decían que, a pesar de las luces de cruce, que me daba de manera intermitente, había algo frío y descarnado en el interior. Que era mejor mirar para otro lado porque me acabaría deslumbrando. 

Con el tiempo, las luces se fueron apagando, la intermitencia se retardaba y las sombras lo iban llenando todo. Las sombras. No sabría decir. En realidad no hay sombra sin luz.


Finalmente se hizo la oscuridad. Y lo vi todo claro. Me engañaba. Nos engañaba a ambos. Lo supe desde el primer día. El pozo era oscuro y turbio. La mirada esquiva porque el interior era un mar de pesares, de inquietudes, de miedos y de desprecios. En el interior, un alma tan oscura que no existía. Era la nada.

Seis. 

Antes cuatro.

No era la primera vez. Quiero que sea la última.