martes, 23 de octubre de 2012

Palabras

tengo un académico en casa. Desde que nació Martin mi dominio del castellano se ha ido enriqueciendo y desde que habla y se comunica -quizás no en este orden-, la aportación familiar de propuestas al diccionario de la RAE ha ido en aumento.

Me apetecía hacer un pequeño breviario de las palabras más comunes, de sus palabras. De las que forman parte de nuestra rutina hasta que el tiempo, la madurez, el conocimiento, el crecimiento o las circunstancias nos obliguen a evolucionar. El cambio da pereza... No, no es la palabra, más bien pena de que el niño creativo, impulsivo, divertido y ocurrente vaya dando paso a un pre, a un adolescente, a un joven y a un adulto con sus prejuicios, sus ataduras, sus autoimposiciones. A esos corsets que la vida nos impone sin querer. Sin la libertad mental del niño ingenioso que es ahora.

Algunas palabras se han ido perdiendo: los pachús, las turetas... Esas palabras feísimas -el mismo las llama así- que tanta gracia le hacían cuande las decía: ¡¡felipollas!!, ¡¡¡lamarequeparó!!! Así, todo junto, sin espacios. Del tirón.
Mi primera tureta. !!!Pero qué cosa tan rica!!!

Siguen formando parte de nuestro personal diccionario otras palabras como guardiafiviltráfico, también de corrido. Es capaz de decirlo bien, pero en el coche las prisas son las que son y cuando se trata de avisarme de que los ve en la distancia lo de menos es la corrección.

De las que perduran tenemos la girada. Válida tanto para rotondas, esquinas, curvas, etc. Puntualmente se puede utilizar cualquiera de las palabras anteriores, si queremos hablar con propiedad. Pero girada es muy cómoda y ambos entendemos perfectamente lo que queremos decir. Porque sí, para espanto de nuestros y nuestras académicas, yo también he ido incorporando estas palabras de nueva creación a mi vocabulario.

Mordisqueadora, vulgarmente conocida como planta carnívora. Nos vale cualquiera que tenga aspecto feroz. Las mordisqueadoras son las favoritas del pequeño Martin. Porque se comen lo que les pongas por delante, empezando por los ácaros y terminando por las brujas, monstruos y bichos gigantes que se entrometan en la paz del hogar. Fundamental tener una mordisqueadora en casa.

Paracoiris, es mi favorita. Válida para los coloridos parapentes que vemos en el verano en las playas de Asturias. Paracoiris. Es una palabra sonora, colorida. Disfrutona. Cálida. Una palabra grande que merece pasar a la historia, por lo menos a nuestra pequeña historia familiar. Al álbum de recuerdos de nuestra memoria. Paracoiris es la palabra del verano. Como la canción. Como la playa, el sol y la luz, el paracoiris está ahí, en nuestros veranos, que ya son cinco.

Riñosa, esa soy yo. La máquina de reñir. Soy riñosa, no lo puedo evitar. Muchas veces a destiempo. Algunas sin motivo. También hay otras en las que habiendo motivo no lo soy. En fin, lo normal, muy a pesar de psicólogos y pedagogos que insisten en la conveniencia de que los niños tengan claras las reglas. Nuestras reglas cambian y evolucionan. No hay caos. Simplemente se adaptan a nuestro pequeño mundo de dos.
El rizado, cuando lo era aún más

Y, como él, soy rizada. Cortar el pelo es algo que a ambos nos da cierto vértigo. Quedarnos sin nuestros rizos y perder la seña de identidad que da el ser rizado nos produce una gran resistencia al cambio y peleas repetidas cada dos meses, cada vez que toca pasar por el sillón del peluquero.

Escomunista. Soy una escomunista rizada y riñosa. Una escomunista de pro que trabaja en un edificio muy grande que parece una nave espacial pero que mola mucho porque tiene un ascensor que hace ruídos, lo coges y al llegar al piso en el que trabaja mamota -se que lo dice con cariño- te encuentras con un paisaje increíble. Se ve hasta la torre de la catedral (antiguamente conocida como Torre Eiffel, porque París está ahí, a tiro de piedra). Dependiendo de por dónde mires también puedes encontrarte con montañas nevadas, si es invierno. Y en ese edificio la mamota, que soy yo, se dedica a la escomunía. Que consiste en hacer sumas y restas para ver lo que cuestan los hospitales. Las mesas son grandes y blancas y están todos muy serios, aunque tienen caramelos ¡¡¡y comparten!!!... Supongo que de ahí vendrá lo de escomunista, de compartir.

Este post evolucionará. Seguro que sí. Aparecerán nuevas palabras que formarán parte de nuestra historia personal. Irán creciendo con nosotros. Porque yo también crezco a la par que él. No gano altura, pero sí sabiduría, aprendo a través de sus ojos, de sus comentarios, de sus sencillas explicaciones sobre la realidad y el mundo que nos rodea. Aprendo con su ingenuidad. Con su humor. Seguimos caminando juntos.

Nota: Esta vez las fotos no son mías. Gracias Berto. :X